29 de octubre de 2010

A pesar de todo

Caminaban delante de mí, y no puede evitar oír su conversación.
Ella era una linda muchacha, jovencísima, bella y cálida. Su melena rubia y lacia se mecía al compás de su paso lento, porque vigilaba a su acompañante con mucha atención. Él era un niño,  pero no podría adivinar su edad, porque el síndrome de Down me confunde mucho,  sólo puedo decir que era muy joven y que su paso era alocado, y daba cabezazos cariñosos a su madre a la altura de sus hombros. Preguntó:
-         mamá ¿porqué papá pasa tan poco tiempo conmigo?
Ella,  muy acostumbrada a ese tipo de preguntas (porque no se sorprendió en absoluto) le contestó:
-         Cariño, papá trabaja mucho,  para que salgamos los tres adelante… ¿no lo sabes ya, cielo?
-         Si mami, pero es que tengo ganas de ver a papá…
-         Anda, vamos vida, que pronto papá llega a casa y le gusta cenar con nosotros. ¿me ayudarás a poner la mesa, como siempre?
-         Mami… ¿soy malo alguna vez contigo?
-         Jamás,  amor mío.

Me puse las gafas de sol, porque no quería que nadie viera que  me brotaban las lágrimas sin control alguno.

2 comentarios:

ybris dijo...

Voy a buscar unas gafas de sol.

Besos.

José Luis Balsalobre dijo...

Conmovedora historia. Me ha emocionado.
Besos