15 de septiembre de 2009







Acopio de deseos ajenos: agua de la Fontana de Trevi
Pronto se teñirían en ámbar las luces, al ocaso de la tarde calurosa. El helado de coco se derretía aprisa y goteaba juguetón entre los dedos, chorreándole  hasta los codos. Con la mano libre buscó una moneda suelta por el fondo de su mochila. Lamía y meditaba al tiempo. Observaba a los turistas, tratando de aprender el ritual.
Era sencillo.
Y absurdo.
Aún más absurdo no saber elegir un deseo.
Lamía y meditaba de nuevo.
Sonrió levemente.
Después ampliamente.
Se giró, dando la espalda al agua, y cerró los ojos. Elevó la moneda y la lanzó con fuerza por encima de su hombro, y deseó  convencerse de que la felicidad no llega sólo por mucho desearla.