22 de agosto de 2008

Como agua

Ella se vio forzada a escapar.
De nuevo.

Acorralada en el callejón de la injusticia.

Intimidada por los recuerdos de un pasado doloroso, que se revivía absurdamente en su presente.
Lo había estado temiendo durante años, mas llegó por sorpresa, como un aguacero en verano.

Objeto de mofa y calumnia, se sintió ultrajada.
Como si ella fuese aún el motivo de su desgracia.

Adelantó su huída precipitada a su marcha planificada.
Volvió a comprar su libertad nueva.
Pagó de nuevo por su intimidad firmada, sentenciada por jueces, mas por él negada.
Empaquetó aprisa y dejó su hogar.

Allí, ahora, las damas de noche se rebelaron y cayeron muertas sobre la hierba seca. Las hojas marchitas se amontonan unas sobre otras. Las enredaderas lucharon por abandonar los muros, y cayeron exhaustas.
El jazmín expiró en perfumes rancios. Se acurrucó sobre sí mismo abandonándose al sol.
La vida escapa, como ella, del jardín, y se camufla en una de sus maletas.
Encerró entre muros y ventanas del hogar sin calor, los reproches mutuos y los gritos huecos.
Lapidó el pasado y le dio la espalda.
Esa espalda que tantos vacíos lastraba.
Mas se sorprendió liviana y fresca.
Como agua.

Instantes

El instante preciso
Que la noche roba el aroma
De la dama en blanco
Aferrada al patio encalado en plata.

El instante súbito
Que el verso vive sin ser escrito,
Para acoplarse en música
De palabras.

El instante incauto
Que la cresta trepa
Para caer ingenua
En estalladas blancas.

El instante trémulo
Del paso andado
que dibuja huellas
desfiguradas.

El instante fugaz
Que la risa escapa
Del llanto oculto
De las miradas.

El instante iluso
Que vence la sombra
de ramas
Que merced del viento
Al sol no embaucan.

El instante definitivo:
la noche muere siempre
A la luz del alba.

Instantes que suceden a instantes
Que la vida persigue
En su perenne afán.