22 de enero de 2008

Voy a rescatar...

de un antiguo blog, un recuerdo, para Mercedes

Mercedes "la tonta"



De las pocas personas que a su paso por mi infancia, ha dejado una huella inmortal en mi corazón, ha sido Mercedes, a quien todos apodaban "la tonta".
Se rumoreaba que su madre la parió en el inodoro de su casa, y que al caer a la taza, se golpeó el cráneo, justificando ese incidente escabroso el de su apodo despiadado.
Rondaba los cuarenta años cuando mi abuelo la acogió en su casa. Su madre, perdido por completo el juicio, la echó a la calle. Deambulando, entró por casualidad en el patio de la casa familiar, entonces decorado con una bella fuente de mármol, peces de colores, y un musical chorro de agua helada. Allí la encontré por primera vez, observando sonriente a los peces al tiempo que les cantaba.
A mis cinco años, Mercedes "la tonta" era alguien especial para mí.
Cuando reía, sus manos sin uñas tapaban sus cuatro dientes grises, y se agachaba graciosamente como para esconderse, cayéndole al suelo sus gafas de cristal grueso, que había encontrado en un parque. Decía que con ellas, al ser mágicas, podía distinguir a las buenas personas entre las malas, a los ángeles entre los demonios.
Detestaba el agua caliente. Acostumbrada a lavarse con una gran esponja, jabón verde y agua helada, aún en invierno. No le importaba que me quedase con ella mientras se aseaba. Fueron los primeros pechos que vi. Los más bellos que jamás haya contemplado.
Como cualquier otro día, al volver del colegio, fui a buscarla a casa de mis abuelos, en la planta baja de la casona, camino de mi hogar en la planta más alta. Había desaparecido. Lloré amargamente varios días su marcha repentina.
Me contaron que su madre agonizaba en el pueblo, y que habían venido a buscarla para que se hiciese cargo de ella.
Su madre, tardó ocho años en morir.
En ese tiempo aprendió a escribir. Un día recibí un sobre mugriento, y en un papel cuadriculado, con una caligrafía pésima me explicaba que un demonio había venido a buscarla para cuidar de otro demonio. Que había llorado amargamente por no poder despedirse de los ángeles de casa. Y que me recordaba cada día.
Al poco de morir su madre, ella enfermó y murió.
Nadie supo explicarme de qué, ni cómo. O nadie quiso hacerlo.
Últimamente viene a mis sueños a menudo. Tanto, que creo que hasta que no cuente su historia, no los abandonará.
Pocas fuimos las personas que tuvimos el privilegio de conocer un alma tan pura. Yo era una niña. Ya no.
La finca fue vendida y restaurada por sus nuevos dueños al morir mis abuelos.
Ya no hay peces de colores, desapareció la fuente. Se fue la música del agua.
Pero al pasar por delante del antiquísimo portal, aún resuenan entre las columnas arabescas de mármol, las risas escondidas de Mercedes "la tonta".