13 de octubre de 2010

La ausencia de un hijo menor




En mitad de una habitación vacía
donde antes hubo vida,
nuestras vidas,
nuestras risas,
y también lágrimas,
nuestras lágrimas.
Reproches y promesas.
Perdones y sorpresas.
Penas y alegrías.
Esperanzas e ilusiones.
Consejos, confesiones...
Abrazos de ternura.
Un futuro por delante sin censura.

Te fuiste tú,
y contigo tus cosas.

Aguardé durante meses en vano,
abrigando la esperanza de un regreso soñado.
Ya es una realidad:
No vuelves.

Nada me ata ahora a este lugar sin ti.
Marcho con cajas llenas y el corazón roto.
Marcho frustrada por tanto esfuerzo vano.
Porque seguir esperando es de locos.

El eco esta sobrecogido
como mi alma,
 y ha enmudecido.
Las paredes se miran atónitas
de verse desnudas.
Y yo despiezo  mis entrañas
para hablarte del vacío tan doloroso
que me roba la calma.
  
Os crecéis porque la ley os protege con desorden
y a las familias rotas se nos coarta la libertad
de educaros con los principios y los valores
con los que fuimos educados tiempo atrás.
Os sabéis con la potestad de echar a correr.
A dónde todo parece más fácil.
A vuestra otra casa.
Ése es siempre vuestro chantaje,
cuando no os gusta lo que hay.

Pueda ser, o no, lo mejor. Eso no os aqueja.
Los adolescentes sois egoístas,
pero aún no lo sabéis, ni os interesa.

El ciclo de la vida sigue su curso,
intento levantarme
a pesar de tu ausencia.
A donde voy, habrá lugar para ti,
cuatro paredes llenas de ganas de verte,
cuatro esquinas sin rincones,
un balcón lleva tu nombre
para darte el sol por mí.

Crecerás lo suficiente para entender
y por tu bien nunca estés
en mitad de una habitación vacía
Preguntándote el porqué.