17 de marzo de 2008

Las amigas

Hoy me decía una buena amiga :

"ahora sé que nunca compartiré mi vida con nadie, que el hombre que necesito no lo podré encontrar jamás aquí, que deberá ser tan especial, que no habrá nacido nunca"

Y me asaltó una extraña amargura. Porque lo comentaba entre risas. Pero sé que no reía.

El hombre del aeropuerto

Había encontrado un filón en el aeropuerto.
Los pasajeros cargados de maletas, bolsas, regalos y cansancio en sus rostros, fluían cada día con historias que contar.

Él buscaba entre los que regresaban, y no todos eran blanco de su curiosidad. La mayoría eran transparentes a sus ojos, y pasaban desapercibidos. Otros pocos, demasiado pocos, eran objeto de algún argumento para su próximo relato.

En días de fiesta, largos puentes y vacaciones señaladas, la sala se llenaba de familiares, amigos, azafatas de agencias de viaje, taxistas contratados…un hervidero de gente.

Estudiaba el panel luminoso, elegía aquellos vuelos que indicaban retraso, y preferentemente del extranjero. Ya sabía a qué puerta dirigirse, y frente a ella, deambulaba con su lápiz y su libro de notas preparados en el bolsillo del pantalón.

Era delgado. No demasiado alto. Vestía informal y sus zapatos brillaban exageradamente. Sus ojos oscuros buscaban oteando la amplitud de la sala.

Escudriñaba entre los anuncios publicitarios. Una página web anunciaba payasos por contrato para los niños hospitalizados. La payasa sonreía recostada sobre el hombro de un niño de ojos tristes y sonrisa dibujada.

Quizá… una payasa. Y anotaba en sugerencias.

Un padre besaba a su hija adolescente con ternura:

- Cariño, ya sabes cómo es él… es muy terco… Se ha empeñado en cambiar de caballo. Le dije que Zodia ya estaba preparado, que ha vuelto a saltar sin miedo…
- Papá, yo no quiero que nadie monte a Zodia… nadie que no sea él- Le hacía pucheros al padre.
- Lo sé, cielo. Veremos qué pasa cuando vuelva a montarlo.

Quizá… un jinete sin confianza en su caballo de competición. Y anotaba en sugerencias.

Una pareja de mediana edad discutía sobre dónde acomodar a su hijo, que regresaba unos días a casa, acompañado de su nueva novia, detalle que incomodaba a la señora.
No merecía anotación alguna.

La puerta corredera se abrió, y los pasajeros comenzaron a salir.

Vislumbré el pelo rubio y rizado de mi hermana. Me apresuré a darle el encuentro, y le rebasé. Pude sentir sus ojos clavados en mi espalda. Me giré súbitamente y le sorprendí. Su rostro no era especial, el interrogante en su mirada, lo era.
Nos delatamos mutuamente. Nos reconocimos mutuamente.
En dos segundos dio media vuelta y emprendió presuroso el camino a la calle.

Me olvidé y él y me topé con mi hermana, eufórica, feliz. Nos abrazamos entre risas.

Al regresar sobre mis pasos, encontré en el suelo una hojilla blanca:

Mujer, cabello castaño ondulado, ojos azules. Mediana edad.
Podría ser


Quizá sea protagonista de alguno de sus relatos.

Como él.